Cadenas de hierro en fondo negro

Abren el primer museo contra la esclavitud en Louisiana

En el estado norteamericano, donde alguna vez reinó la esclavitud, se inauguró un museo para cerrar el capítulo del racismo

En diciembre se inauguró en el pueblo de Wallace en museo Whitney Plantation, a apenas algunos kilómetros de Nueva Orleans.  Esta plantación convertida en museo no busca honrar ese pasado (tirano) del Sur estadounidense, sino poner fin definitivo a siglos de maltrato y esclavitud de blancos a negros.

Y su éxito fue inmediato: profesores, historiadores, preservadores de antigüedades, artistas y cantantes de góspel se acercaron a sus puertas. Y todos concuerdan que nunca han visto algo así.

No existe otro museo dedicado a la esclavitud en todo Estados Unidos. Y este tiene la particularidad de que transforma un lugar donde los esclavos trabajaron durante más de un siglo en un espacio de educación y cambio social. 

Uno convive con el pasado, lo ve de cerca: las banderas confederadas, las casas donde los esclavos vivían, las cárceles donde se los encerraba, las paredes de granito donde se han grabado los nombres de los 107.000 esclavos que padecieron en Louisiana antes de 1820.

Mitch Landrieu, alcalde de Nueva Orleans, lo inauguró. Comparó su relevancia con la de Auschwitz. Y recordó que aún hoy en día hay casos de violencia racial, como ocurrió recientemente en Missouri, cuando un policía disparó a un joven negro desarmado. “Este lugar nos obliga a pensar dónde hemos estado y adónde queremos ir”, dijo el alcalde.

El museo fue creado y financiado por John Cummings, un millonario de Nueva Orleans. “Supongo que es misterioso lo que decidí hacer con este lugar. Desafíenme, discútanme, háganme todas las preguntas. ¿No creen ustedes que la historia de la esclavitud es importante?”, dijo el donante a la prensa. 

Campo de plantación del algodón
Han transformado un lugar donde los esclavos trabajaron durante más de un siglo en un espacio de educación y cambio social | Getty Images

Cummings admitió su propia ignorancia sobre el tema, y desafía a los visitantes a hacer lo mismo, a entregarse a saber lo que realmente ocurrió. De hecho, el propietario leyó cientos de libros sobre el tema, como Africans in Colonial Louisiana, de Gwendolyn Midlo Hall, una profesora de la Universidad Rutgers. “Me sirvió para entender que la riqueza de esta parte del mundo, que tanto me benefició, fue creada por medio millón de negros que fueron traídos. Y que nadie les da crédito por lo que hicieron”, confiesa.

El museo logra honrar y recordar a aquellos a los que la sociedad se niega a recordar”, explica Rosanne Adderley, una profesora de historia de Tulane. “Hay cosas que son perturbadoras”, dice Cummings sobre un sitial que recuerda a sesenta esclavos decapitados. “¿Pero saben qué más? Son cosas que pasaron, aquí mismo”.

Los museos de historia sirven para que una nación entienda su propio pasado, para poder procesar colectivamente lo que es imposible de forma individual. Y el estado de Mississippi, por ejemplo, no reconoció la abolición de la esclavitud hasta 1995, y Louisiana jamás pidió disculpas por las aberraciones que ocurrieron en su tierra.

“Somos una nación que siempre ha recibido lo bueno del pasado y que radicalmente ha negado lo malo”, expresa el historiador Paul Finkelman. “Esto no siempre lleva al diálogo más productivo”. Su colega Walter Johnson adhiere: “La esclavitud es entendida como una prehistoria a la libertad actual, en vez de pensarse como lo que es: la fundación de un país en el que la supremacía blanca fue predicada al mismo tiempo que se explotaba a los afroamericanos”.

Toda la comunidad científica, social y académica coincide en que el museo no solo es un gran logro postergado, sino que está bien pensado y bien ejecutado. “¿Es una galería de arte, el tour de una plantación, un museo? Es en realidad un pedazo de arte performativo, como ocurre con el gran arte, te obliga a detenerte y reflexionar”, concluye Jonathan Holloway, decano de Yale. 

Cummings, por su parte, recibe a los visitantes todos los días, y les advierte: “No serás el mismo cuando salgas de aquí”, y eso es lo que uno quiere al visitar un lugar de esta magnitud, salir mejorado como persona y mucho más humano.